sábado, 16 de marzo de 2013

Introducción a la hermenéutica filosófica de Gadamer

En primer lugar, ¿qué es hermenéutica?

La hermenéutica, en su origen, es, básicamente, el arte de interpretar textos. Destaquemos tres cosas de la hermenéutica clásica.
1. Arte aquí quiere decir técnica, lo que deja ver que su principal propósito, como en toda técnica, es prescribir un método, una norma para interpretar bien. Esto es lo primero que nos interesa destacar de la hermenéutica clásica: su carácter normativo. Pretende determinar cómo interpretar adecuadamente.
2. La hermenéutica en principio se limitó a los textos bíblicos y jurídicos. Esto por una razón: la evidente distancia que estos textos marcaban (temporal, cultural, estilísticamente) con respecto al momento de su enunciación. No era fácil extraer el sentido de la palabra alegórica de la Biblia (no está Dios ahí para preguntarle qué quiso decir); del mismo modo, no es fácil interpretar la ley para aplicarla a los casos concretos a los que ella, naturalmente, no se refiere directamente. Así, la hermenéutica se propone salvar la distancia entre el texto y el intérprete.
3. La hermenéutica va en busca del sentido. El problema de la verdad, aquí, se aborda en términos de significado. Su problema es qué significa el texto, que es lo que quiere decir, no qué es. El sentido del texto no está ahí claramente debido a la mencionada distancia que marca el texto.

Hermenéutica filosófica

Cuando hablamos de hermenéutica filosófica nos referimos específicamente a un giro en la filosofía del siglo XX (Heidegger, pero fundamentalmente Gadamer) para el que la interpretación deja de ser una actividad filológica restringida a los textos y se convierte en el rasgo constitutivo de toda experiencia. Interpretar no es una actividad entre otras; es el modo esencial de nuestra relación con el mundo.
Nietzsche, precursor del giro hermenéutico, escribe: "No existen hechos; sólo interpretaciones". El ser humano no es nunca un observador neutral de su entorno, sino que lo interpreta en función de sus preocupaciones e intereses. El hombre, para Nietzsche, nunca es un contemplador desinteresado de la verdad, sino que crea su realidad en la medida en que le da una forma, un sentido acorde consigo mismo. "La piedra es dura", por ejemplo, no refleja un hecho del mundo, sino que es una interpretación, pues la piedra es dura porque nos puede romper la cabeza. Ahora bien, una diferencia importante de la hermenéutica de Gadamer con respecto a Nietzsche es que la interpretación no es sólo una iniciativa creadora de un sujeto o de un instinto (de una voluntad de poder), sino que es, fundamentalmente, un diálogo con lo que acontece. Mientras que en Nietzsche el sentido es creado, en Gadamer el sentido es escuchado en el diálogo. Así como no podemos interpretar de cualquier modo un texto sin violentarlo, sino que tratamos de escuchar el texto para comprender el sentido de lo que dice, así también el mundo —para Gadamer— es una especie de texto al que no podemos imponer cualquier sentido, sino que entramos en constante diálogo con él para actualizar su sentido. Esto amerita una serie de justificaciones y precisiones que iremos abordando posteriormente.

Interpretación y comprensión. Cabe aquí la siguiente aclaración: interpretación y comprensión, en Gadamer, están interrelacionados y comparten buena parte de su significado. Es decir, para efectos prácticos, los podemos usar, por ahora, como sinónimos. Fuera de la hermenéutica, la interpretación y la comprensión son claramente distintas: por un lado, se interpreta aquello que no comprendemos inmediatamente, cuyo sentido no es claro; por otro lado, la comprensión es algo así como el resultado de la interpretación. Estas diferencias no se mantienen dentro de Gadamer. Para efectos del curso, nos sirve ver por ahora simplemente que interpretar es comprender.

Principio hermenéutico

"El ser que puede ser comprendido es lenguaje". Esta es una fórmula primordial en Gadamer. Condensa, por una parte, el carácter lingüístico de la realidad y el papel ontológico del lenguaje: el lenguaje constituye la realidad. Digamos: el ser es lenguaje. Otro modo de decir esto sería que la realidad siempre es interpretación; el ser significa.
Aqui surge el problema del idealismo: ¿Entonces todo es lenguaje, es decir, pura invención humana? ¿No es una idea utópica que no satisface nuestra experiencia real? Es inherente a nuestra experiencia sentir la resistencia del mundo, la oposición, la frustración ante lo que no comprendemos o que resulta como no lo esperábamos.En definitiva, hay una intuición realista que no se puede ignorar de que las cosas son independientes de nosotros.
Ante este problema, hay que llamar la atención de nuevo sobre la fórmula "el ser que puede ser comprendido es lenguaje". En efecto, todo lo que entra en el ámbito de nuestra experiencia (es decir, de nuestra comprensión) está mediado por el lenguaje; no hay nada en nuestro mundo que no tenga significado. Por eso se habla de "el ser que puede ser comprendido" y no del ser a secas. Sólo el ser que puede ser comprendido es lenguaje. Y la comprensión, básicamente, parte del encuentro con lo otro, lo incomprendido, que es lo que impulsa y desafía la comprensión. Así, "el ser que puede ser comprendido es lenguaje" se refiere, al mismo tiempo que al carácter lingüístico de la realidad, al papel fundamental de lo otro, lo que acontece, lo que se nos presenta en la experiencia. Si todo fuera invención nuestra, no cabría ninguna interpretación.

 Experiencia

En este sentido, experiencia, en sentido genuino, implica el encuentro con lo que desafía la comprensión. Experiencia siempre es experiencia de algo nuevo, algo que se encuentra más allá de los límites de nuestro horizonte, algo que frustra nuestras expectativas. Sólo una experiencia así es capaz de hacernos visibles los límites de nuestra comprensión, es decir, nuestra condición hermenéutica. Por ello mismo, toda experiencia en sentido genuino es autocomprensión. Nos comprendemos a nosotros mismos a través del encuentro con lo otro. Esta noción de experiencia es importante para pensar luego la experiencia del arte.

La estructura de la comprensión: el diálogo (fusión de horizontes)

Toda comprensión es diálogo con lo otro. Se trata de una fusión de horizontes. Pero no hay que pensar esto como si se tratara del encuentro de dos horizontes previamente separados (como Sujeto y Objeto), sino que lo originario es la fusión, el encuentro, el diálogo. No hay un sujeto independiente del mundo y mundo sin sujeto, sino que ambos se constituyen en su fusión, en su diálogo. En esta fusión se constituye el sentido, que no es impuesto por el mundo ni por el hombre.

Historicidad

La fusión de horizontes, a su vez, es siempre temporal: un encuentro entre el horizonte del pasado y el del presente. Por eso nos comprendemos también a nosotros mismos en cada experiencia, en la medida en que estamos sumergidos en el tiempo y no nos mantenemos idénticos. Esta es nuestra historicidad: estamos inmersos en el fluir temporal y somos finitos en ese fluir. Esta finitud humana determina la universalidad y la infinitud de la labor hermenéutica. "Somos siempre más de lo que sabemos". Es decir, el ser nunca se agota completamente en la comprensión. No hay una comprensión definitiva y última de la realidad. Por ello, lo otro (lo absurdo, lo incomprendido, lo extraño) siempre es constitutivo de la experiencia, pues nunca abarcaremos con nuestro horizonte la totalidad.
Todo es histórico, temporal. No hay criterios de verdad supratemporales. Ante esto surge la pregunta por el relativismo: Si todo es relativo a un contexto histórico, sino hay criterios supratemporales, ¿cómo entonces juzgar? El nazismo es un referente esencial de esta pregunta para la filosofía de la segunda mitad del siglo XX, especialmente para la filosofía alemana. ¿Cómo juzgar un sistema perverso de organización del mundo como el nazismo, sin criterios universales, supratemporales? Para Gadamer, la facultad de juzgar, la capacidad crítica del ser humano, no depende de criterios absolutos. Juzgamos el nazismo a partir del sufrimiento humano, que no es un criterio supratemporal, divino. Es, si se quiere, un criterio humano. La ausencia de criterios supratemporales no impide que podamos juzgar críticamente, no nos sumerge en un relativismo acrítico.


Tradición

Como seres históricos, nuestro punto de partida no es nunca el de una neutralidad desprejuiciada. Pretender mantenerse alejado de todo prejuicio para contemplar y juzgar objetivamente es una abstracción racionalista. La modernidad ha desprestigiado los prejuicios, pero para la hermenéutica filosófica los prejuicios son constitutivos de nuestra situación hermenéutica. No es posible partir de ceros. Con el lenguaje adquirimos una tradición de creencias y valores en el que está sostenido nuestro mundo. Pertenecemos inevitablemente a una tradición. No nos podemos apartar completamente de ella. Por esta idea, se ha acusado a la hermenéutica de conservadurista. Pero la relación con la tradición no es de mera aceptación pasiva. Nos apropiamos de la tradición, es decir, la actualizamos en nuestro presente histórico y nos ponemos en diálogo con ella. La tradición se actualiza en función de nuestros propios objetivos e intereses. En esta medida, sí podemos transformar y cuestionar nuestras creencias heredadas.

Objetivo de la hermenéutica

La hermenéutica filosófica de Gadamer surge en el contexto de la hegemonía moderna del racionalismo, impulsada por los deslumbrantes logros tecnológicos de las ciencias naturales, pero a su vez cuestionada por las nefastas consecuencias de ese progreso tecnológico (especialmente, claro, la II Guerra Mundial y los campos de concentración, las armas de destrucción masiva, la manipulación mediática de las masas, etc.) y la ausencia de un progreso en el bienestar humano como resultado de ese progreso científico. Así, Gadamer se propone cuestionar la unilateralidad moderna del cientificismo, que reduce la verdad a aquello alcanzable mediante el método científico. Gadamer no pretende cuestionar la utilidad de los métodos, sino mostrar que la verdad no se agota mediante el método científico. Con este fin, busca pensar la verdad más allá de la ciencia, y para esto se sirve de la experiencia del arte, así como de la experiencia de la historia y de la filosofía.

Hasta aquí una somera introducción a Gadamer. Quedan muchas ideas por desarrollar o justificar, pero el objetivo es tener presente este contexto para nuestra lectura de Gadamer. Volveremos continuamente sobre los temas aquí mencionados, pues la reflexión gadameriana sobre el arte es inseparable de la reflexión general sobre la condición hermenéutica del ser humano.